jueves, 9 de noviembre de 2017

Yo, ya no soy esa persona


"¿Alguna vez te sucedió que alguien te hablara como si fueras alguien que ya dejaste de ser?

Luego de un tiempo de esfuerzo sostenido en trabajar internamente con tus rasgos más difíciles... Luego haberte muerto por dentro a lo que ya no te servía, y haber renacido... Luego de asumir tus miserias y ponerles dedicación para transformarlas, haciéndote cargo de ellas... 
Y, sin embargo, alguna persona (y quizás muy cercana!) le habla a alguien que ya no está allí, en tu interior. Y quisieras decirle, haciendo señas como para despertarle de un hechizo hipnótico: “¡Hey!, ¡Yo ya no soy esa persona!”.

Y a veces resulta como hacerles señas a un ciego...

Es doloroso, ¿verdad? Genera impotencia, y, muy frecuentemente, de poco valen tus intentos para que el otro comprenda que tu identidad ya no es esa: como dice las Tradiciones de Sabiduría, la identidad de cada ser humano está regida, como toda la realidad, por una ley de impermanencia.

Todo cambia.

Todo se transforma.

Y en nosotros está que se transforme hacia arriba o hacia abajo, evolucionando o bien retrogradando... (Sí: nuestra evolución no depende de “lo que la vida nos haga”, sino de nuestra actitud para aprovechar todo lo que nos suceda, haciéndonos a nosotros mismos.)

La complejidad de nuestra especie provoca que nos movamos en este mundo, más que en contacto con lo que es, vinculándonos, en cambio, con imágenes que construimos sobre lo que es.

Y esto puede ser tan mecánico que uno quede imposibilitado de ver eso que verdaderamente es: le superponemos imágenes y emociones, tal como lo hace un proyector de diapositivas. Volcamos en esa persona viejas imágenes que tenemos de ella. (Ni hablar de que también proyectamos asuntos irresueltos de nuestro pasado, y además rasgos propios, de nuestra Sombra psicológica, que no asumimos como nuestros!...)

Así, en lugar de relacionarnos de verdad con un otro real, terminamos estableciendo vínculos ficticios, pues... el otro está en la misma situación: ¡Dos seres humanos intercambiando rancias imágenes, como cuando de niños hacían trueques con figuritas o estampitas!...
Se trata de una discapacidad vincular, tan común que, por ser una discapacidad invisible, la tomamos como “normal”, y etiquetamos vínculos muertos como “mi amigo”, “mi marido”, “mi novia”...

La mayoría de la gente se queda medianamente tranquila con esto. Pero quien ha comenzado a despertar, no. Esa mediocridad vincular le quema, día a día.

Esta circunstancia, ¿tiene solución?

Sí. Pero es trabajosa.

¿Querrás intentarlo?

Se trata, primero, de investigar en nuestra propia interioridad qué imagen uno tiene de sí mismo. Porque el fenómeno de relacionarse con imágenes no sólo se da con los demás, sino también intrapsíquicamente. Es un logro fundamental en el trabajo sobre sí llegar a contactar con algo interno que no es impermanente: algo mucho más hondo que las diversas autoimágenes con que nos referimos a nosotros mismos.

Esta constatación interna de que no soy esas imágenes que he creído como “yo”, disuelve las fantasmagorías que hemos fabricado sobre nuestra identidad. La guía esencial es una pregunta: “¿Quién soy realmente?” Si parto de la base de que no soy como, desde mis condicionamientos, imagino ser, ni soy las imágenes que otros proyectaron sobre mí, y que una y otra vez he asumido como propias, esa pregunta va teniendo respuestas. Respuestas no-intelectuales, sino de una calidad vivencial inequívoca.

La autoobservación, la Conciencia-Testigo de la que hablan las Tradiciones de Sabiduría, es la herramienta clave.

Y sólo si puedo hacer contacto, poco a poco, con quien realmente soy, lograré entonces hacer contacto con quien el otro realmente es. Podré ver qué imágenes proyecto en él. Podré disuadir en el otro, quizás, las imágenes que tenga de mí.

Si ese maravilloso fenómeno vincular no se produce, los seres humanos experimentamos algo nítidamente doloroso: hambre de intimidad. Y procuramos saciar ese hambre de múltiples formas erróneas. Millones de personas nacen, viven y mueren sin haber experimentado esa intimidad que, desde nuestra esencia, todos anhelamos.

Como ves, el primer paso para acceder a ese tipo de contacto vincular, es comenzar a relacionarnos desnudamente con nosotros mismos.

Puede ser doloroso.

Puede ser intrincadamente trabajoso.

Pero quizás sea una de las cosas más bellas que una persona pueda hacer en este mundo: estar en comunión consigo mismo, y, desde allí, quizás vivenciar la comunión con otro, más allá de las viejas imágenes.

Te deseo que puedas. Pero, sobre todo, ¡te deseo que quieras!".

VIRGINIA GAWEL

Ilustración Leonid Afremov

(Fuente: Psicóloga emocional, Ciara Molina)

5 comentarios:

  1. Bueno, yo lo entiendo así y es lo que creo que quieres transmitir. He evolucionado y ya no hago lo mismo ni me comporto de aquella manera, mias amigos de antes ya no entran en mi línea del tiempo, sean amigos o cualquier tipo de relación, pero ellos no lo saben. Mi pensamiento es que debo escoger mi camino y hacer mi vida al margen de lo anterior.

    Un cordial saludo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A parte de eso es la forma en la que te relaciones y estés contigo mismo. Según te trates así tratarás al prójimo y llegarás entender tu camino a la vez que el de los demás anteponiendo el tuyo; has de estar en comunión contigo mismo, con tu yo más interno. Todos cambiamos y evolucionamos con el tiempo y las circunstancias que se nos van presentado, sin embargo hay personas incapaces de percibir esos cambios.

      Eliminar
  2. Hola,
    ¡Cuánto tiempo!
    Lo difícil es quedarse ahí donde duele para corregirlo. Y el problema es que acabamos sepultando nuestro verdadero yo, ya sea con imágenes o imagenes distorsionadas de nosotros mismos. Yo le añadiría el ser comprensivo con uno mismo. Si te digo la verdad, he logrado muchas cosas que, quizás en otras circunstancias no lo habría echo pero aunque en cierto modo ya no soy la misma en unas cosas en otras sigo igual. Por eso, entiendo que es un proceso largo y que escuece. Me ha gustado mucho tu entrada. Espero leerte próximamente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ciertamente, es un proceso que requiere de mucha constancia y fuerza interior; paciencia y perseveracia. Si consigues llegar ahí alcanzas un estado tal de bienestar contigo mismo que, según cuentan quien lo han logrado, es maravilloso.
      Un saludo :)

      ¿Lo lograremos algún día?

      Eliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar